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Mujeres boras luciendo diseños corporales que se pintaban para ocasiones especiales |
La demanda por el caucho nace en 1839, cuando Charles Goodyear crea el proceso de vulcanización de este material, haciéndolo más resistente. La goma elástica era abundante en países como Colombia, Brasil y Perú, siendo estos los protagonistas de la fiebre del caucho. Fue tan importante su influencia en la economía peruana que entre 1900 y 1902 significaba el 12% de las exportaciones nacionales. Nuestra amazonía fue vista como un paraíso de árboles productores de dinero. El caucho era utilizado como materia prima para producir llantas y por la creciente industria automovilística de la época se intensificó la búsqueda de este material.
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Los indígenas eran esclavos de los jefes de campamento |
Iquitos, un pequeño puerto fluvial de 400 pobladores, se convirtió en 1960 en el centro de explotación donde ésta creció a 9 mil habitantes. Sólo en las memorias de las personas mayores de la localidad quedan las imágenes atroces de torturas cómo hermanos suyos siendo castigados en el cepo, amarrados a un árbol y azotados, cortados en la oreja, hubo incluso a quienes les cortaban un pedazo de carne de la nalga y todo esto por no traer suficiente caucho a los jefes de los campamentos, quienes ganaban una comisión de acuerdo a la mayor cantidad recogida. En Loreto, se empezó a explotar el caucho en 1881 por el riojano Julio César Arana.
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Aunque fueron mostrados desnudos los pobladores usaban túnicas de lino |
Detrás de la resplandeciente abundancia de tan preciada materia prima la realidad era otra, explotación y maltratos fueron vividos en carne propia por los indígenas quienes fueron secuestrados y trasladados forzosamente, torturados y asesinados. Los hombres de Arana se encargaban de buscar a las poblaciones más aisladas donde violaban a las mujeres, mataban a los niños, prendían fuego y ahogaban en el río a los hombres que se oponían a ser sometidos.
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Sir Roger Casement |
En 1914 empezó a apagarse la fiebre del caucho, pues los ingleses robaron semillas y las implantaron en sus colonias asiáticas. Así se fue olvidando con el tiempo aquella historia de horror y tortura que hoy apenas se encuentra en los textos escolares.